

Compassionate Lies
Season 1 Episode 14 | 1h 13m 57sVideo has Closed Captions
When Cristina sees Alberto and Ana together, her worst fears seem to be confirmed.
When Cristina sees Alberto and Ana together, her worst fears seem to be confirmed. Clara expects Mateo to take her to the wedding of the year.
Problems with Closed Captions? Closed Captioning Feedback
Problems with Closed Captions? Closed Captioning Feedback

Compassionate Lies
Season 1 Episode 14 | 1h 13m 57sVideo has Closed Captions
When Cristina sees Alberto and Ana together, her worst fears seem to be confirmed. Clara expects Mateo to take her to the wedding of the year.
Problems with Closed Captions? Closed Captioning Feedback
How to Watch Velvet
Velvet is available to stream on pbs.org and the free PBS App, available on iPhone, Apple TV, Android TV, Android smartphones, Amazon Fire TV, Amazon Fire Tablet, Roku, Samsung Smart TV, and Vizio.
Providing Support for PBS.org
Learn Moreabout PBS online sponsorship-Te lo dije, nada vende más que una imagen.
-Raúl, mañana la fotografía de la Princesa Gracia saliendo de nuestros almacenes estará en todos los periódicos.
-A este ritmo en menos de un mes hemos recuperado la inversión.
-Ahora toca centrarse en la nueva colección.
-Primero habría que encontrar a un nuevo diseñador, ¿no?
-Raúl de la Riva cobra demasiado.
-Lo siento, no puedo permitir que le despidáis.
-No, claro que no.
-Tú eres el director, es tu obligación.
-Sé que fue usted el que tomó la decisión.
Alberto solo era la mano ejecutora con la que se cubría.
No pienso cobrar una sola peseta hasta que mis nuevos diseños se vendan como churros en las galerías.
-Conozco una mujer, tiene una pequeña boutique en la calle Silva.
-Doña Aurora, mire, le he traído este vestido.
-Han llamado de la tienda hace unas horas.
-Han vendido tu vestido.
Tres vestidos más, para mañana.
-Nos han pedido el nombre del diseñador.
Tendrás que inventarte uno.
[inaudible] -Se va a [inaudible], Alemania.
Se lo lleva su madre.
-No puede coger y dejar al niño y luego llevárselo cuando le dé la gana, hombre.
-Sí puede, porque es su madre.
-Y tú eres su padre.
-Ven aquí.
-¿Pedro te besó?
-Sí hija, sí, de sopetón.
-Que me ha llamado Manolito, que le he notado muy triste y me ha dicho que me echaba de menos.
-¿Vas a irte a Alemania?
-Rita, que yo te quería decir una cosa.
-¿Qué?
-¡Que te quiero!
-¿Se puede saber con quién tienes la cena?
-Con Sergio Casals, un admirador.
Y además, es productor cinematográfico.
-¿Novedades importantes?
-Sí, Sergio me ha conseguido una audición para un anuncio.
-Es hora de celebrar.
-Estoy harto de encontrarme con este tipo de chicas, Mateo.
Calientan al personal como una vulgar ramera de tercera [inaudible] y luego... -Yo antes pensaba como tú, que no había que definir las cosas.
-Pero a lo mejor es que nunca había sentido esto.
Resulta que te quiero.
-Clara, eres una chica estupenda.
Y por ti he hecho cosas que no había hecho por ninguna otra mujer.
¿Por qué eso no puede ser suficiente?
-Pues a lo mejor me he equivocado contigo.
-Pronto tengo una boda, necesito acompañante.
Es hoy y que no quiero estar sin ti.
-¿Estás bien?
-He tenido dos faltas.
-¿Estás embarazada?
-Luisa, ¿se puede saber por qué te has ido así?
-Está embarazada.
-¿Qué?
-Lo siento, Luisa, no me podía aguantar.
¿Pero por qué me voy a aguantar si es una buena noticia?
-No, no lo es.
-Luisa, a veces las cosas no salen cuando las esperamos y no se pueden cambiar.
Pero hay que intentar verles el lado bueno.
-A lo mejor, sí que se pueden cambiar.
-Doña Paulina, soy Luisa.
Tengo el dinero.
-Te propongo un juego.
Cada uno nos tenemos que hacer una pregunta.
Pero hay que ser 100% sinceros, de eso se trata.
-Dispara.
-¿Por qué tu padre te envió a estudiar a Londres?
-Porque me había enamorado de la chica equivocada.
-Al parecer, yo no fui su primer amor.
Pues parece ser que su padre decidió que la chica no le convenía y por eso le envió a estudiar a Londres.
-¿Tú le has pedido a Gloria que sea nuestra madrina?
-Gloria es tu madre.
-Gloria no es mi madre, Cristina, y es la última persona que querría que estuviera en el altar.
-Si quieres lo hablamos esta noche en el club.
-No me gusta ese club, no me gusta esa gente, no me gusta.
Es tu mundo, Cristina, no el mío.
-¿Y si tenemos que cancelar la boda?
No, de verdad que nunca habíamos discutido así.
-Que no, que es la típica crisis prematrimonial, pasa siempre.
Y Alberto es como todos los hombres.
Necesita tener su espacio, sus manías, sus pequeños secretos.
-¿Alberto?
-Todo está cambiando.
Mira, mi vida siempre fueron las galerías y tú.
Y para una vez que salí de ellas fue para irme a París contigo.
-Había olvidado lo fácil que es entenderse contigo.
[♪ Alba Llibre - Falling in Love] -¿Alberto?
[♪ música de suspenso] -Cristina.
-Bueno, por fin, aquí estáis.
¿Esto que es una fiesta privada que me estoy perdiendo o qué?
-No, habíamos venido a tomar el fresco.
-Pues espero que sea suficiente porque tenéis al público esperando.
¡El brindis!
¡Cristina!
¡Vamos!
[♪ música triste] -¿Dónde os habíais metido?
Os estábamos esperando.
Dicen que cuando se casa una hija no se la pierde, sino que se gana un hijo.
Con Alberto no solo gano un hijo, también tengo un socio.
Pero lo más importante de esta noche no es la tan esperada unión entre los Otegui y los Márquez, es que el sueño de mi querida hija Cristina se ha hecho realidad.
Espero que todos los días que os quedan por vivir juntos sean, por lo menos, tan felices como este.
Por Cristina y por Alberto.
-¡Por los novios!
-Bueno, no, no os vais a librar unas palabras de los novios, ¿no?
[risas] -Si queréis puedo hacerlo yo.
-No.
Muchas gracias, papá.
Pues es que no tengo palabras.
-Tranquila.
Perdonadme, pero es que soy una llorona y una tonta.
Muchas gracias por venir a todos.
Muchas gracias.
[aplausos] -Muchas gracias.
Buenas noches.
[aplausos] [♪ música bailable en la fiesta] -He salido a tomar el aire, Cristina.
Me he encontrado a Ana.
Quería hablar con ella y darle las gracias por todo lo que ha hecho con Raúl.
Eso es todo.
-Es ella, ¿verdad?
-¿Qué?
-Ella.
Tu primer amor.
La razón por la que te fuiste a Londres.
-¿Qué tiene que ver eso ahora, Cristina?
-No me has contestado.
-Porque no sé qué tiene que ver.
Ana y yo solo estábamos hablando, Cristina.
-¿Y desde cuándo tienes tanta intimidad con una modista?
Porque desde luego teníais una familiaridad que yo nunca habría imaginado.
-Te estás equivocando, Cristina.
-Alberto, no me mientas.
Te lo dije en París y te lo repito ahora.
Puedo soportarlo todo menos la mentira.
No me mientas nunca.
Quiero la verdad ahora.
Alberto, dime la verdad ahora o te juro que voy a entrar ahí y será ella la que tenga que darme explicaciones.
Vale.
-¿Y os ha pillado infraganti?
-¿Qué ha pasado?
-Cristina nos ha visto juntos.
-Yo os dejo solos.
-¡Genial!
¡Perfecto!
Y ahora supongo que estás esperando a que todo explote para volver a los brazos de Alberto, ¿verdad?
-¿Cómo?
-Si todo esto sale a la luz, tú tendrás vía libre.
Las galerías en la ruina, todo el mundo a la calle, eso sí, tú tendrás vía libre.
-He renunciado a Alberto por las galerías.
Lo crea o no, Don Mateo, no tengo ningún interés en que todo esto se sepa.
-Me gustaría saber si usted es capaz de sacrificarse por su amigo como lo he hecho yo.
-Eso ya lo veremos.
Gracias a Dios que habéis venido.
-¿Qué está pasando aquí?
-Un malentendido, absurdo, estúpido.
Y lo peor de todo es que ha tenido que pasar para... ...que me atreva a decir la verdad.
-¿Qué verdad?
-Ana y yo.
Estamos juntos.
Me he comportado como un tonto durante todo este tiempo.
Quería negar algo que es tan real como la vida misma.
Estoy enamorado de Ana.
Total y absolutamente enamorado de Ana.
-Entonces... ¿Él...?
¿Él era tu novio?
-Cristina, por favor.
-No, no.
-Bueno, ya está, ya hemos terminado y todo ha salido bien.
Y si notas algo de sangrado, no te asustes, es normal.
No, no, no te muevas, sabré salir.
Te conviene descansar.
[quejido] -Y pensar que he estado a punto de echarlo todo a perder.
Que me he comportado como una novia histérica y celosa.
Y yo no soy así, Alberto, pero es que estoy tan nerviosa.
-Esta boda nos está volviendo a todos locos.
-He estado a punto, a punto de acabar con todo.
Pero en ese momento me he imaginado mi vida sin ti.
Y no tenía sentido.
Sin ti me muero, mi amor.
Por favor, prométeme que vamos a estar siempre juntos.
Prométemelo, por favor.
-Vamos a casarnos.
¿Te parece poca promesa?
[quejido] [jadeos] [quejidos] -¡Ana!
¡Ana, Rita!
-Madre mía.
Con lo tranquilas que estábamos antes de que volviese don Alberto de Londres.
-¿Y qué necesidad tengo yo de meterme en este lío?
Y con Mateo, Rita, que no me puede ni ver.
-Pues creo que no vas a ser la única víctima de esta farsa.
Mi hermana, hija.
Que está enamorado de él hasta las trancas y... -¿Y?
-Y que son medio novios.
Y todo esto no le va a gustar, Ana.
Aquí se va a liar una muy gorda, te lo digo yo.
Y eso que todavía no me has contestado lo más importante, ¿por qué lo hacéis otra vez?
-¿Luisa?
¡Luisa!
¡Luisa!
¡Luisa, Dios mío!
-¡Socorro!
-¡Dios mío!
¡Luisa!
-¡Luisa, contesta!
-¡Doña Blanca!
-¿Pero a qué vienen esos gritos, Rita?
-Luisa está... -Luisa está, ¿qué?
-Venga, por favor.
-¿Pero qué pasa?
¿Pero qué ha pasado?
Rita, llame a un médico.
Todo el mundo a su habitación, vamos.
-Doña Blanca, Luisa está embarazada.
-Me temo que ya no.
Hay que sacarla de aquí.
Ayúdame.
-Luisa.
-Ay, doctor.
Déjennos solos, por favor.
Vamos, vamos.
[♪ música de suspenso] -Rita.
-Muchas gracias, doctor.
-¿Cómo está, doña Blanca?
-¿Desde cuándo sabían esto?
-Con todos mis respetos, no creo que eso sea... -No importa lo que usted crea.
¿En qué posición me dejan si esto sale a la luz?
Soy responsable de ustedes.
-No somos ningunas niñas.
-¿Ah, no?
Su amiga ha estado a punto de morir desangrada.
¿Cómo han podido permitirlo?
¿En qué momento creyeron que hacer algo así era una buena idea?
-¿Cómo que hacer algo así?
¿Qué?
-¿Podemos pasar ahora?
-Cinco minutos.
Ni uno más.
Menudo susto nos has dado.
-Oh, lo siento.
-Ahora lo importante es que te pongas bien.
¿Y cómo no nos dijiste nada?
-Rita, no es el momento.
-No, si tiene razón.
Tenía que habérselos dicho pero... Estabais tan ilusionadas.
Yo no podía vivir con esto.
Hubiera sido muy duro mirar al crío.
Lo siento.
-Venga, ya pasó.
-Yo quería ser madre, pero no así, así no podía.
[golpes a la puerta] -Luisa.
-Pasa.
-¿Cómo estás?
-Bien, estoy mejor.
Gracias.
-Si necesitas cualquier cosa... -Tengo aquí dos enfermeras que me cuiden.
-Entonces, te dejo descansar.
-La verdad es que preferiría... -¿Estar sola?
-Sí.
-Bueno, pero luego volvemos, ¿vale?
-Gracias.
-Creo que voy a darme una ducha, ¿vale?
para despejarme un poco que, al final, no he pegado ojo en toda la noche.
-Bueno, en toda la noche tampoco, ¿eh?
-¿Qué dices?
Entre lo de Pedro y lo de Luisa, al final no he parado de darle vueltas a la cabeza.
-Que no que Pedro ni que Pedro.
Si ya se te ha declarado.
-Que no, que no lo sé.
Dijo algo, pero no sabemos lo que es.
Yo no quiero hacerme ilusiones, Ana, porque a lo mejor me dijo "espérame" en plan "no te hagas novia de otro".
Que ya ves, como si a mí me llovieran las ofertas.
O en plan "espérame" de "ven a venirme a recoger la estación".
-Qué vida más complicada, ¿eh?
-Pues sí.
Pero míranos, que vivimos en unas galerías.
Somos pobres y solteras.
Tenemos todas las papeletas para que todo nos cueste el doble.
-Nos lo van a poner difícil, pero lo vamos a conseguir.
Seguro.
-¿Ocurre algo, doña Blanca?
-No, nada.
Una de mis modistas que se ha puesto enferma.
-En realidad, solo venía a pedirle que reúna a sus empleadas a primera hora en las galerías.
Comenzamos una nueva temporada y, bueno, querría hablar con el personal.
-Muy bien.
Don Emilio, con la boda de don Alberto a la vuelta de la esquina, tenemos un día muy complicado.
Más aún sin Pedro disponible para hacer las entregas.
-Descuide.
Hablaré con Lucas y le diré que baje y se ponga a su entera disposición.
-Estaba pensando en Maximiliano, si no es inconveniente.
Anoche me echó una mano en el taller y la verdad es que es muy eficiente.
-Como usted prefiera.
Gracias.
Avisaré a las chicas.
-Dentro de unos minutos abrimos las puertas de Galerías Velvet.
Hemos conseguido que todas las miradas vuelvan a estar sobre nosotros.
Así que cualquier error, por pequeño que sea, será imposible de disimular.
Por lo tanto, vamos a exigir aún más de todos y cada uno de ustedes.
No lo olviden.
Don Alberto, no sabía que estaba aquí.
Quizá hubiese querido decir algo.
-No, don Emilio.
Yo no lo hubiera hecho mejor.
Viéndole me he dado cuenta de todos los errores que cometí durante este tiempo.
Yo pensé que mis ganas y mis nuevas ideas pesarían más que la inexperiencia.
Me equivoqué.
-Las circunstancias no eran buenas.
Heredó un negocio en ruinas.
-¿Sabe?
Mi padre siempre me decía que la vida ya se encargaba de poner el destino patas arriba.
Y después de todo lo que ha pasado, supongo que tengo que darle la razón.
-Me gustaría verle mañana en la iglesia.
-Gracias.
-Ana.
-No hace falta que digas nada, Alberto.
Mañana te casas.
[♪ música alegre] -¿Me buscaba?
-Sí, a partir de hoy sustituirá a Pedro en sus tareas como conserje.
-Muy bien.
-Me alegra que se lo tome así.
Estoy convencida de que otro compañero en su lugar no estaría de tan buen humor.
-¿Y por qué no iba a estarlo, doña Blanca?
-¿Cree que esto va a ser un paseo?
-Sígame.
-Quiero que lleves las telas al almacén y que ordenen los materiales por nombres y por orden de llegada.
Lo quiero antes de mediodía y espero que para esa hora ya esté entregado el correo de la mañana que le espera en conserjería.
Estas son las direcciones donde tiene que entregar los paquetes.
-¿Paquetes también?
-¿Qué creía que hacía un conserje?
¿Pasear el palmito todo el día?
Mañana es la boda y tienen que entregarse todos los encargos hoy.
Vuelvo a más tarde a recogerlos.
-¿Algo más, doña Blanca?
-Por supuesto.
Esto es solo el comienzo.
-Entonces Luisa está bien, ¿no?
-Sí, sólo ha sido un susto, pero menudo susto.
Oye, Rita, una cosa, ¿es que tú podrías prestarme algo de dinero?
-¿Otra vez?
-Bueno, es que es cuestión de vida o muerte.
Necesito un vestido.
-Claro, el típico vestido de vida o muerte.
¿Pero qué morro tienes, Clarita, hija?
-Que es para la boda.
-¿Para la boda?
¿Qué boda?
-Hija, la de mañana, la de don Alberto.
Voy con don Mateo.
-¿Con don Mateo?
¿Pero en plan oficial?
¿En plan novios?
-Sí, anoche nos reconciliamos, me lo pidió y voy con él.
¿Qué?
¿No vas a decir nada?
-No, que me sorprende, que no me esperaba yo que Mateo se comportara como debía, vaya.
Pero, ¿hoy has hablado con él?
Pues no, todavía no.
¿Para qué voy a hablar con él?
Pues porque es lo que hacen las parejas.
Hablan.
-Ay, pero ¿se puede saber por qué no te alegras por mí?
Bueno, el vestido que he visto en el escaparate de doña Aurora es monísimo.
Creo que es de un tal Phillipe Ray.
-Pero que no te gastes dinero en eso, que yo te hago un apaño, de verdad.
-Mira, esta es imposible.
-Habla con Mateo, Clara.
¡La comunicación es muy importante en las parejas!
-Señoritas, lo lamento mucho, pero el puesto de secretaria ya está cubierto.
Perdonen las molestias y muchísimas gracias por venir.
[♪ música alegre] -Señorita Montesinos.
-Don Mateo.
-Hoy se lo permito, pero no es extralimite.
-Estoy tan ilusionada por lo de mañana.
-¿Mañana?
-La boda.
-Ah, la boda.
Sí, eso.
-Quiero estar muy guapa y elegante para la ocasión.
-Sí, estarías guapa aunque tuvieras una maceta en la cabeza.
-Digamos que no te voy a dar excusas para que me mantengas escondida durante toda la boda.
-Sí, mira, ahora que estamos hablando de la boda, quería comentar... -Buenos días, Clara.
-Buenos días, don Alberto.
-Me alegra verla por allí de nuevo.
Sé que no soy el único.
-Mateo, quiero hablar contigo, por favor.
-Voy a recoger mis cosas.
[♪ música alegre] -¿Qué pasa?
-¿No crees que deberíamos hablar de lo de ayer?
-De nada.
Puedes ahorrarte la agradecimiento.
-¿Hablas en serio?
-Alberto ayer te salvé el pellejo a ti, a Ana y [inaudible] todo mundo en esta galería.
[silbidos] -¿Qué haces aquí, Raúl?
-¿Perdón?
No, creo que me confunde con el antiguo Raúl de la Riva, un diseñador que trabajaba en sus galerías con un sueldo tan grande como su ego.
Creo recordar.
-Yo veo el mismo, la verdad.
-No, no.
Están frente al nuevo diseñador de Velvet.
Tu inminente suegro, Gerardo Otegi, me contrató para crear la nueva colección.
-¿Hablas en serio?
¿Cómo le convenciste?
-De la única manera que se convence un hombre de negocios, con dinero.
No voy a cobrar.
-¿Dónde está Raúl de la Riva y qué has hecho con él?
-Si volví a España, fue para triunfar aquí.
El triunfo no entiende de medias tintas.
El triunfo se escribe con letras de oro.
Y yo aún no lo he conseguido.
-Tú lo has conseguido, Raúl.
Tú eres el mejor.
-No, no aquí.
Mi madre se va a sentir orgullosa de mí y mi padre se va a tragar sus palabras.
Poruqe a él todo esto, siempre le parecía una frivolidad, pero no pienso parar hasta convertirme en alguien mucho más importante que él en este país.
Eso sí es ego, ¿eh, Mateo?
Ese día voy a ser feliz.
-Y el resto también lo seremos.
-Muchas gracias, Raúl.
-Bajaré yo mismo a dar la noticia en el taller.
-Me parece bien.
-Mateo con la modistilla.
-Ana.
Se llama Ana.
Y sí, son novios.
Yo misma les vi besándose.
-Sabía que Mateo se iba detrás de todo lo que tuviera falda.
Pero, ¿con esa?
-Bárbara, por favor, no seas bruja.
Si Ana es un encanto, que además ya era hora de que él a sentar la cabeza [inaudible] Al parecer, llevan juntos un tiempo, pero en secreto.
Solo lo sabía Alberto.
-Ajá.
-¿Qué?
-Nada.
-Bárbara.
-No, no, lo sé.
¿No te parece de lo más oportuno?
Que justo cuando descubres a Alberto y a Ana juntos, sale a la luz todo lo de Mateo.
-No.
No vayas por ahí porque no voy a volver a escucharte.
Pero, ¿tú te das cuenta de que por culpa de tu mente fantasiosa he estado a punto de acabar con mi boda y de perder al hombre de mi vida?
-Tienes razón.
Es verdad, lo siento.
Tengo poca fe en el género masculino, pero, ¿qué quieres que le haga?
No es culpa mía, es de tu hermano.
-La de Enrique.
-Y no todos los hombres tienen que ser como él, por mucho que yo me empeñe en que así sea.
Pero conociendo a Mateo, no me creo que vaya en serio con esa modistilla.
-Con Ana, quiero decir.
-Pues yo no sé si dirías lo mismo si hubieras visto cómo se besaban.
[golpes a la puerta] -Pasa.
Buenos días.
-Buenos días.
-Cierro estos informes y los envío.
Señoritas, les dejo en buena compañía.
-Un momento, Mateo.
Quería pedirte disculpas por mi comportamiento de anoche.
-El monstruo verde de los celos, ¿verdad?
No te preocupes, ya está olvidado.
-Bueno, pero aún así me gustaría compensaros a los dos con una cena.
-¿Una cena?
-Sí, las tres parejas, esta noche.
¿Qué te parece, Bárbara?
-Perfecto.
No todos los días se celebra que Mateo Ruiz Lagasca se compromete.
Ahora entiendo tantas cosas.
-Sí, a ver, ¿por qué ir tan rápido?
Quiero decir, ni siquiera estamos comprometidos.
-Pero cenaréis, supongo.
-Sí, claro, en casa, pero preferimos ser más discretos, la verdad.
-Mateo, cuando uno está enamorado, tiene ganas de gritarlo a los cuatro vientos.
-Sí, si eres una solterona de más de 50 años, pero, obviamente, no es el caso.
-Mateo, Mateo, Mateo.
¿No tendrás algo que ocultar?
-Cristina, yo creo que tú tienes que descansar.
Nos casamos mañana.
-Y Bárbara, por favor.
Todo por el bien de la criatu... -El niño, claro.
-Yo creo que es mucho mejor si lo dejamos para después del viaje de novios.
-Mucho mejor.
-No, ni hablar, por mí, ni hablar.
Si me voy a casa sola, voy a estar dándole vueltas a la boda, no voy a poder dormir, me voy a poner muy nerviosa, lo que tengo que hacer es entretenerme.
-Y para eso, nada mejor que nos lo contéis todo.
-Ana es muy sencilla.
Dudo mucho que, con su discreción, ella se sienta cómoda en una situación así.
-Ay, pero qué tontería, por favor.
Sí, yo soy muy campechana.
-Yo creo que no hay que forzar la situación.
Si Mateo tiene claro que... -No, no, no.
Mira, Ana solo necesita un empujoncito.
Y yo se lo voy a dar.
-Señoritas, espero que estén preparadas para lo que se les viene encima.
Porque el éxito es su destino.
Gracia se retractará de sus palabras.
Cocó matará por visitar nuestros talleres.
Balenciaga pagará millones por tener uno de nuestros patrones.
Porque a partir de ahora, juntos vamos a convertir Galerías Velvet en algo muy grande, desde el primer día, codo con codo, con la profesionalidad que nos caracteriza.
Señoritas, es un honor para mí anunciarles que, a partir de hoy, no solo seré su diseñador, sino que también formaré parte de esta tripulación.
¿Capitana?
Usted dirige el barco.
-Muy bien.
No quiero que tomen esto como excusa para holgazanear, ¿de acuerdo?
Todas saben lo que hay que hacer y cómo hacerlo.
Así que manos a la obra.
-Buenos días.
-Buenos días, Cristina.
Bárbara.
Bueno, me vais a disculpar, yo tengo mucho que hacer.
Ana, la novia.
-Hola, Ana, ¿qué tal?
-Hola.
-¿Están listos los retoques?
-Sí, está todo preparado para la última prueba.
-Perfecto.
Pero antes tengo que hacerte una proposición.
-¿A mí?
Señorita Cristina, lo de ir a cenar todos juntos no creo que sea una buena idea.
Bueno, si no vamos a ir a un sitio caro, no te preocupes.
¿Habíamos pensado en Casa de los MárqueZ?
-A ver, ¿por qué no?
Yo creo que es momento de que empecéis a disfrutar de vuestra relación en público, ¿no crees?
-Entiendo que hasta ahora ha tenido que ser muy duro, por esto de las clases sociales, la cabecita loca de Mateo.
Pero ahora, ¿eso qué más da?
¿No?
-De verdad que no creo que sea buena idea.
-Vamos a hacer una cosa, ¿eh?
Piénsatelo.
Lo hablas con Mateo o con quien tú quieras.
Pero te advierto que si hoy me dices que no, no voy a parar de insistir.
Ana, puede que tú a mí no me consideres amiga tuya, pero yo a ti sí.
Y el hecho de que estés con el mejor amigo de Alberto para mí es simplemente perfecto.
-¿Dónde vas?
-Quiero aprovechar la hora del almuerzo para comprarme el vestido que te conté.
Le he pedido dinero prestado a Rita.
-Mira, a ver, quiero hablar contigo un segundo de la boda.
-Mateo, te prometo que solo van a ser diez minutos.
Que es que si no se lo van a llevar y no voy a tener otro vuelo, de verdad.
Gracias.
-Hola, Ana.
-Hola, Clara.
-Supongo que ya estás al corriente que somos los novios de moda.
-¿Le hace gracia a Don Mateo?
-Porque a mí no.
-Tutéame, ahora somos novios.
-Mira, todo esto está llegando demasiado lejos, tenemos que cortarlo cuanto antes.
-Lejos es donde vamos a acabar.
Si Cristina se entera de lo que está pasando aquí, todo por tu culpa.
-Ah, por mi culpa.
Claro, supongo que tu amigo Alberto no tiene nada que ver en todo esto.
-Yo no he dicho eso.
-No, pero lo piensas.
Yo sé que no te caigo bien, Mateo, y no pasa nada, ¿eh?
Porque tú a mí tampoco.
Pero no vas a tener que sentarte conmigo en ninguna cena, porque si tú no piensas el daño que le puede hacer esto a Clara, yo sí.
-Creo que deberías haber pensado un poquito en los demás antes de dejar la carta en el despacho de Alberto.
El padre de Cristina encontró tu carta.
Sabe que durante todo el tiempo del compromiso Alberto tuvo una amante y no deja de presionarle.
¿Cómo crees que reaccionaría si Cristina cancela la boda?
Puede que yo sea un egoísta y un consentido, pero me estoy jugando mi relación con Clara por arreglar tus errores.
Creo que estar en esa cena es lo mínimo que deberías hacer por él, por ti y por todos.
Confirmado, cena para seis, esta noche.
-¿Para seis?
-Ana ha aceptado.
-¿Qué dices?
-Ya sabes lo convincente que puede llegar a ser tu futura esposa.
-Esta cena no nos va a salir bien, es imposible que nos salga bien.
-Si no hacemos nada va a salir peor, y créeme, esta cena no es el mayor de nuestros problemas.
Un desastre.
-Caballeros.
Alberto, quiero que le eches un ojo a estos nombres.
"Cristóbal Balenciaga, "Yves Saint Laurent, Coco Chanel".
¿Esto para qué es?
-He estado haciendo llamadas a amigos franceses.
Creo que deberíamos contratar a alguno de esos diseñadores.
¿Pasa algo?
-No.
Son muy buenos diseñadores.
Muy buenos, Enrique, pero están por encima de nuestras posibilidades.
Además, Velvet ya tiene un gran diseñador, Raúl de la Riva.
-Ya, pero el señor de la Riva ya no trabaja para estas galerías.
-¿No has hablado con tu padre?
-Fue el propio Gerardo quien cerró el acuerdo.
-¿Qué acuerdo?
-Un acuerdo de lo más económico.
Aunque si tú consigues que Balenciaga trabaje gratis para estas galerías, me lo puedo llegar a pensar.
-Bueno, tampoco tenemos por qué alterarnos.
Al fin y al cabo, lo único que intento es ponerme al día en esta empresa.
Las navieras y la moda no tienen mucho que ver, me temo.
-Sí, me alegro que puedas ver esa diferencia.
-Por supuesto.
Y, de hecho, por eso he decidido venir cada día a trabajar codo con codo con vosotros.
Pero, claro, para eso voy a necesitar un despacho.
-¿Un despacho?
-Sí, he visto que tenéis todas las salas ocupadas, aunque no dudo de que me encontraréis un hueco.
Bueno, y si no, veo que aquí te sobra espacio.
-Te buscaremos un despacho.
-Pues no os interrumpo más.
[♪ música animada] -¡Buenos días, Enrique!
-Buenos días, Patricia.
-"Señorita Márquez", por favor, Cristóbal.
-¿Lourdes?
-Buenos días, señorita Márquez.
-¿Verdad que lo son?
Desde este lado todo se ve diferente, casi lo había olvidado.
-Solo tiene dos días libres, por lo demás nada ha cambiado.
-Bueno, hoy soy una clienta, eso lo cambia todo, ¿no crees?
-Señorita Márquez, la esperan en el taller.
-Mucho mejor.
-Me gusta, pero quiero a apretar el fajín dos centímetros más.
-¿Más?
Pero no te aseguro que no te vayas a caer desmayada en medio de la ceremonia, querida.
-Con el debido respeto, señorita Patricia, ahí dentro no va a haber quien respire.
-Yo sí, venga.
¿Qué tal va la colección?
-Bien, todavía no he dibujado ningún boceto, pero tengo un pálpito.
Me viene todo el tiempo, continuamente, me viene un estampado repleto de rombos, Un delirio de rombos, algo así como una geometría... ¿Geometría dramática?
¿Qué te parece?
-Lleva razón.
-¿Verdad?
Es todo rombo.
-No, no, que aquí no hay quien respire, por favor.
-Te lo he dicho.
-Y los rombos, pues no los sé.
A nuestras clientas no les convenció la influencia japonesa.
No sé por qué la querrán vestir de arlequines.
-Uy, de arlequines, van a estar divinas, querida.
Tan divinas como tú, si te cortamos un poquito más la falda.
Rita, tráeme unos alfileres.
[llamada entrante] -El teléfono.
[llamada entrante] -¿Los alfileres?
-Los alfileres.
[llamada entrante] -El teléfono.
-Rita, por Dios.
-Es que estoy esperando una llamada, si no la cojo me muero.
-Venga, cógelo, mujer.
-Darías, Pedro, la tienda de Velvet.
Rita, oiga, ¿oiga?
Han colgado.
-¿Qué me traes?
-Vamos, no se me duerman en los laureles.
Si mañana quieren la tarde libre, tenemos seis entregas de la colección y cuatro vestidos de la boda.
Incluido el de la novia.
¿Cómo va, Ana?
-Prácticamente terminado.
[♪ canción en inglés] [inaudible] -No le veo sonreír, Maximiliano.
-Ha llegado... -Es para mí.
-No, es para Ana Rivera.
-Pero por Dios, ¿qué pasa hoy con el teléfono?
-¿Quién es?
-No lo sé.
-¿Un segundito?
-Vaya, vaya.
-No me ocupes mucho el teléfono.
-No tarde, Ana.
-Dígame.
-No me quedan vestidos.
Me los han quitado de las manos.
-¿Me lo dice en serio?
-Sí.
Una chica de tus galerías ha llevado el último que quedaba.
-¿El último?
-El último.
Y tengo otro pedido de otra clienta.
El Ribó.
Pero lo necesito mañana por la mañana.
-¿Para mañana?
Pero eso es imposible.
Tenemos muchísimo lío en las galerías.
-Ana, he renunciado a otros proveedores por ti.
Si tú no puedes hacerlo, dímelo y ya está.
Buscaré a otro.
-No.
Puedo, puedo.
Pero para eso necesitaría un ayudante.
Yo tengo la candidata perfecta, pero ya sabes lo que eso significaría.
-¿Me estás subiendo el precio?
-Es la única manera de poder entregarlo todo a tiempo.
Puede tener otros proveedores, pero no puede tener otro Phillipe Ray.
-Tráeme ese vestido y hablaremos de dinero.
-Gracias.
[suspira] -Rita.
-¿Dime?
-¿Te he dicho alguna vez que eres la mejor modista de todo el taller?
-¡Tú quieres algo!
¿Quién te ha llamado?
¿Por qué estamos hablando tan bajo?
-Doña Aurorita va a pagarme más por cada vestido.
Y puedo contratar a un ayudante.
-¿Yo?
-Tendrías que empezar esta misma noche.
Necesito entregar un vestido mañana y yo con la dichosa cena esa no puedo.
-Ay, pero Ana, que es como si fuera tu compinche.
¿Qué seríamos, como Bonnie Clyde?
Ay, con Lucifer de vuelta de estas se nos cae el pelo.
-Bueno, tú piénsatelo.
Podrías ahorrar y viajar a la ciudad esa que tanto te apetece.
Stuttgart.
-Cómo me conoces, mala pecora.
-Gracias, voy a contárselo a mi tío.
[golpes a la puerta] ¿Tío?
[golpes a la puerta] ¿Tío?
[♪ Frank Sark - I've been here before] -¿Qué haces aquí?
-Venía a decirle que Rita va a ayudarme con los vestidos de doña Aurorita.
-Me la dio Alberto esta mañana.
-Bueno, a partir de cierta edad uno puede inventarse cualquier excusa alegando motivos de salud.
Cualquiera.
Y seguro que cualquiera es buena.
-Es la boda del dueño de estas galerías.
Don Rafael querría que estuviera.
Vaya y diviértase, tío.
-¿Estás segura?
-Sí.
-Ana.
No, que cuidado con que Rita no hable más de la cuenta de los vestidos de doña Aurora porque es que nos puede buscar la ruina, ¿no?
-Descuide que no lo hará.
[golpes a la puerta] -Pasad, bobas, estoy despierta.
-Uy, doña Blanca, perdone, pensé que eran Ana y Rita.
-Sus amigas hoy no tienen tiempo ni de atarse los cordones.
Tome, he traído este caldo.
-No tengo ganas.
-Aunque esté en la cama, está en horario laboral.
Yo mando.
Tómeselo.
-Gracias por todo.
No me acuerdo de nada.
-Hay cosas que es mejor no recordar.
-Ya.
La verdad es que temo acordarme y arrepentirme.
Pero era peor vivir con la duda de si mi hijo era de Juan o... -A veces tomamos decisiones dolorosas.
Pero en esos momentos te sientes atrapado y no tienes alternativa.
Luisa, lo que has hecho no te convierte en una mala persona.
Deja ir esa carga.
No permitas que determine el resto de tu vida.
Volveré más tarde a recoger la bandeja.
-Gracias.
-Y puede que sea el vestido más bonito del mundo.
Que no es que lo diga yo, ¿eh?
Que es que lo van a decir las crónicas de sociedad.
¿Quieres un poco de intimidad?
-Sí, sí, sí.
Sí, pero no es para lo que crees.
-¿Seguro?
-Seguro, a ver, eh... Ha pasado algo.
Es la boda.
-¿Qué?
¿No se van a casar?
-Sí, sí, sí.
Eh... Es grave.
-Mateo, deja ya de dar vueltas.
Confía en mí.
Puedes contarme lo que haga falta.
-¿Segura?
-¿Qué?
¿Pero por qué me tengo que sacrificar yo?
-Baja la voz, por favor.
Si Cristina se entera de esto, no habrá boda.
Si no hay boda, no hay galerías.
¿No te das cuenta?
-Sí, me doy perfecta cuenta.
Esto es humillante.
Y es injusto.
-También es injusto para mí.
Pero solo son unos días de paripé... -¿Pero cómo que de paripé?
¿Tú sabes lo que me ha costado a mí el vestido?
-¿Cuánto es el vestido?
Yo te pago el vestido.
No pasa nada.
-Eres un insensible.
Y bueno, yo soy una imbécil por creerte.
¿Dónde está?
¿Dónde está esa lagarta?
-Ana, tranquilízate.
-¿Que me tranquilice?
Sabías lo de Mateo y Ana, por eso no me querías prestar el dinero, ¿verdad?
-Yo, sí.
No.
Sí y no.
Ay, hija, qué lío, no sé qué contestarte.
-Ya, tú no sabes porque no te interesa saber.
Es que me estáis amargando la vida.
Tú por ser amiga de Ana y ella por esa manía que tiene de meterse en las relaciones ajenas.
Y luego, la que tiene la fama soy yo.
-Que Ana no se ha metido en tu relación, que a ella todo esto le gusta tan poco como a ti.
-Pues que no se preocupe, que ahora mismo voy a ir a contarle todo a la señorita Cristina.
-¿Pero tú estás loca?
Que si se lo cuentas no hay boda.
Y que si no hay boda, no hay galerías.
Y entonces tú y yo nos volvemos al pueblo.
¿Eso es lo que quieres?
-Pues a lo mejor sí, no lo sé.
Rita, a mí todo esto me parece muy injusto.
Pero claro, la imbécil soy yo por comprarme ese vestido.
¿Quién me mandaría?
-Oye, ¿no me habrás cogido dinero de la lata debajo de la cama?
-Pues sí, lo siento.
Pero hija, parece que lo único que te importa aquí es el dinero.
Toma.
Anda, toma.
-Espera.
-Rita.
Vamos.
-Ahora mismo voy, señor De la Riva.
Por favor, cálmate y no hagas nada.
Que todo se va a solucionar.
Cree en mí.
[♪ música animada] -Los primogénitos de los Otegi siempre han sido varones.
Creo que ya vamos por la décima generación.
-Dios me libre de acabar con esa buena racha de diez años de los Otegi.
Pero tiene que reconocer que como una hija se procupa y cuida... -Sin duda.
-Además, a nosotros lo único que nos importa es que venga sano y que venga bien.
¿Verdad, mi amor?
Cariño, ¿estás bien?
-Sí, sí, claro que sí.
Aunque debo admitir que yo lo que quiero es otra cosa.
Que se parezca a ti.
Pero se nos está echando el tiempo encima.
Hay que salir ya si no queremos llegar tarde a la cena.
-Sí, pero antes tengo que ir al baño.
-Deja que te ayude.
[quejido] ¿Estás bien?
-Sí.
[quejido] Sí, es solo una contracción.
-¿Quieres que te acompañe?
-No, estoy bien ya.
Gracias.
-En un par de días se le dé cuenta, si no me equivoco.
-Eso dice el médico.
-Si te preocupa dejarla sola las primeras semanas, puedes irte con ella.
-Soy un hombre de negocios, padre.
Para cuidar del niño ya está ella y su madre.
Bárbara se volverá con el crío a San Sebastián.
Yo quiero centrarme en intentar imponer nuestro criterio en las galerías.
Pero parece que me va a costar un poco más de lo que creía.
Sobre todo si mi padre se dedica a boicotear cada paso que doy.
-Sé que tenía que haberte advertido, pero Raúl de la Riva se me ofreció para trabajar gratis.
¿Qué persona en su sano juicio habría rechazado esa oferta?
-No se trata de eso, padre.
Pero hay que hacerse valer ahí dentro.
Y con lo que ha hecho, lo único que ha logrado es ningunearme delante de esos dos.
Alberto considera la vuelta de De la Riva como un triunfo personal.
Y no debemos de darle ese gusto.
-Ya estoy.
-Cariño, ¿no te he dicho hoy lo preciosa que estás?
-Cómo es.
-Bueno, ¿qué?
¿Qué tal estoy?
-Si fuera Alberto, le daba una patada a la Cristina esa que la mandaba más allá de Calasparra.
-Pero qué burra eres.
-¿Estás nerviosa?
-Si no fuera porque tu hermana debe odiarme, no.
-¿De verdad?
-No es la primera vez que ceno en esa casa.
Tampoco es la primera vez que comparto mesa con Alberto y Cristina.
-Ya, pero es la primera vez que finjes ser novia de Mateo.
-Pero la especialidad de Mateo es mentir y camelarse a la gente, así que estoy en buenas manos.
-Pero, ¿y si os preguntan cuánto tiempo lleváis juntos?
O yo qué sé, cuando os conocisteis, cuál es vuestro color favorito.
¿Qué vas a decir?
-Ay, no sé, Rita.
Va a ser un desastre.
-Que no, que no, que no seas tonta, que va a salir bien, que no.
-Acabas de decirme... -Pero si yo soy una pobre modista que se va a pasar la noche cosiendo tus encargos y esperando a que suene el teléfono.
Tú no me hagas caso a mí.
-¿Tú sabes lo que me ha costado que me incluya en su vida?
-Clara... -Y para nada.
-Lo siento, no puedo hacer otra cosa.
-¿No?
Pues deberías andar más lista si estás metida en el lío en el que estás y no arrastrarnos a todos.
Que no es justo que los demás paguemos por tus errores.
-Buenas noches, don Mateo.
-Tutéame, amor mío.
-Mateo, para mí esto no es ningún juego.
-Para mí tampoco lo es, no te confundas.
Ahora lo que toca es que pongamos nuestra mejor sonrisa, que olvidemos todo lo que nos ha pasado y que finjas que soy el hombre de tu vida.
Porque es que en esa cena nos van a controlar hasta la última palabra que digamos.
¿Entendido?
Vamos allá.
-¿Otra vez esto ya?
Mira, aquí están.
Ana, te presento a mi hermano Enrique.
-Hola, mucho gusto.
-Encantado.
-Y ella es Ana, la novia de Mateo.
-Y si no te conozco, ¿por qué me suena tu cara?
-Porque es la chica que montó anoche el espectáculo con Raúl en el club de campo.
Ah, bueno, y porque es la que le está haciendo el vestido de novia a tu hermana.
Qué completita, ¿verdad?
Canta, baila, cose.
-¿Pensabas que me iba a conformar con una mujer corriente?
-No.
-Ana, el vestido es precioso.
¿Lo has hecho tú?
-No, lo compré en la boutique de doña Aurorita.
-¡Ay, "doña Aurorita"!
Qué mono, ¿no?
Suena como pequeñito.
¿Es ahí donde compráis la ropa?
-Sí.
-¿Parece si continuamos con la conversación en casa?
Lidia estará esperando.
-Sí, por favor.
Me muero de hambre.
-Ay, a mí me llevan dando contracciones toda la tarde.
-¿Estás bien?
-No.
Me está dando una ahora mismo.
-He roto bolsa.
-¿Pero cómo que has roto bolsa?
-Pues que he roto bolsa, ¿no lo ves?
-Te quedaban dos días.
-Enrique, cariño, ¿puedes, por favor, llamar a un taxi o quieres que dé a luz aquí en medio?
-Voy a por el coche.
-Mira, mira, un taxi.
-¡Taxi!
-Tranquila.
Respira.
Mira, viene el taxi.
Ya han encontrado un taxi.
Viene enseguida, sí.
-Otro, otro, otro.
-Ya está aquí, ya está aquí.
-Venga, dos pasitos, ¿eh?
-Ya está.
Yo me voy con vosotros.
-No, tú te quedas.
-No, déjame ir con vosotros, puedo echar una mano... -Mañana te casas.
Tienes que descansar.
-Cariño, respira.
Va a ir todo bien.
¿Sí?
Enrique, prométeme que cuando sepáis algo me llamáis a casa de Alberto.
-Arranque, por favor.
-No te preocupes.
Va a salir todo bien, ya verás.
-Bueno, pues, nada.
-Después de esto será mejor cancelar la cena, ¿no?
-Sí, ¿no?
-Sí.
Ya no tiene sentido.
-No, no, no.
Por favor.
Por favor, estoy muy nerviosa.
No me dejéis sola.
Vamos a cenar.
Pues sí, todavía tengo que trasladar todas mis cosas aquí.
Yo no sé qué estará cocinando Elvira, pero huele exquisito, ¿verdad, cariño?
-Sí.
-No sé, al final con las manos de Elvira en la cocina no voy a echar de menos a Dolores.
¿Tienes hora, Mateo?
-Tranquila, te hubiera llamado Enrique si hubiera nacido.
-Ya, ya lo sé, pero es que no puedo evitar pensar que, no sé, si algo se ha complicado, estoy yo aquí.
-No te angusties, mi madre siempre dice que tardé más de 30 horas en venir a este mundo.
Cabe la posibilidad de que seas antes esposa que tía.
-Bueno, bueno, bueno, qué cena tan inesperada.
-Buenas noches, Gloria.
-Cena de parejas.
-Ah, cena de parejas, qué bien.
-Gloria, le presento a Ana.
-Creo que ya nos conocemos, ¿verdad?
Porque tú eres una de las costureras de las galerías, ¿no?
Pues una chica muy mona, Mateo, enhorabuena.
-Gracias, lo sé.
-¿Por qué no se une a nosotros, Gloria?
-No, no, no, esto es una cena de parejas y yo no pinto nada aquí.
Además prefiero irme a dormir, que mañana es un día muy importante.
-No trasnochéis.
-No.
-Buenas noches.
-Buenas noches.
-La cena está lista.
-Muchas gracias.
-Por favor.
-¿Entonces ya tenéis claros dónde vais a pasar vuestra luna de miel?
-En Roma.
-Muy buena elección.
Todo el mundo piensa que París es la ciudad más romántica del mundo, pero eso es porque todavía no han visitado Roma.
-Bueno, y es que nosotros ya hemos estado juntos en París.
Entonces supongo que mañana tendremos que reservarte un asiento al lado de Mateo, ¿no?
-No, lo hemos estado hablando y mejor que vaya él solo.
-¿Pero por qué?
Ahora que vuestra relación ha salido a la luz, no entiendo por qué tenéis que seguir ocultos.
-Bueno, porque su familia y mi tío aún no lo saben.
-Uf, su tío, don Emilio.
No quiero verme sometido a un interrogatorio de ese hombre.
Mejor cambiar de tema.
-Sí, vamos a cambiar de tema.
-No, no, no.
A ver, el motivo de esta velada era que yo me olvidara de lo que se me viene encima mañana.
Y si nos pasamos la noche hablando de la boda, me voy a volver loca.
Así que no, os toca a vosotros.
¿Cuánto tiempo lleváis saliendo juntos?
-Dos meses.
-Cuatro meses.
-Depende desde donde empecemos a contar, cariño.
-¿Os gusta ir al cine?
-No.
-Sí.
-Bueno, lo que pasa que yo siempre voy con mis amigas, nunca voy con él, por eso.
-¿Habéis podido hacer alguna escapadita romántica?
-Mallorca.
-A Chinchón.
-¿No te acuerdas que fuimos a ver el pueblo de mi tío?
-¡Ah!
Cierto, es verdad, me había olvidado.
-¿Cómo fue que te fijaste justo en Mateo?
-Cristina, por favor.
-La verdad es que me da un poco de vergüenza.
-Yo no puedo hablar por Ana, pero si quieres, puedo hablar por mí.
-¿Quieres que te cuente cuándo me enamoré de ella?
-Claro.
-Yo también me he puesto nervioso ahora.
Era una mañana de mucho lío en las galerías y yo llegaba tarde, como siempre.
Y había un grupo de costureras retocando unos maniquís.
Estaba ella hablando con una compañera, sonriendo.
Claro, fíjate, tiene la sonrisa más preciosa del mundo.
Y... Entonces, lo vi claro y lo hice.
-¿El qué?
-Me arranqué el botón de la chaqueta.
Era la excusa perfecta para poder estar a solas con ella.
Le pedí, por favor, si podía cosérmelo y cuando lo estaba haciendo, lo vi claro.
Puedes estar todos los días cruzándote con la misma persona, saludarla, saber su nombre y no verla.
Y yo la vi.
Y puedo asegurarte que este amor es muchísimo más poderoso que cualquier amor a primera vista.
Y aclarado el asunto, ¿brindemos?
-No, resérvatelo.
Un momentito, Mateo, unos minutos.
Voy a llamar a la clínica, a ver si con un poco de suerte le podemos brindar por alguien más que nosotros cuatro.
Si me disculpáis.
-Bueno, yo me voy a... ¿Qué más da?
Espero que sepáis comportaros.
-Esto es ridículo.
-Cuando Cristina me dijo que venías a cenar, no lo podía creer.
-Ni yo.
Pero bueno, con tal de que todo salga bien.
Estoy dispuesta a ir de la mano del idiota de tu amigo y llamarle "Cielito".
-Gracias.
-Alberto, cuando Cristina ayer nos vio juntos ¿tú te has parado a pensar qué hubiera pasado si se hubiera descubierto todo?
-Nada.
Sigue en el paritorio.
-Todo va a salir bien, no te preocupes.
-¿Brindamos?
-Por favor.
-Por el amor.
-Te digo que aún es pronto para que estés en pie.
-Ay hija, que estoy cansada de estar todo el día tumbada.
-Venga, a la cama, ya vale por hoy.
A ver, así, despacito.
Que vas a estar mejor.
Y ahí estás.
Tápate.
Date tiempo, Luisa.
Mi madre dice que las heridas del alma son las que más tardan en cicatrizar.
-Ay Rita, háblame de otra cosa, de verdad, que si no pienso en otra cosa me va a dar algo.
-Bueno.
¿De qué quieres que te hable?
-Ah, pues, no sé.
Háblame de Pedro.
¿Sabes algo de él?
-Con ese empiezo y no termino.
Pues verás, antes de irse me dijo algo.
Algo, pero no le oí bien.
-¿Algo de qué?
¿No se te habrá declarado?
-No, no, no, no.
Que yo te he dicho que me dijo algo.
Algo que no oí muy bien.
Y ahora no sé, que lo mismo estamos de novios y estoy yo aquí creyéndome soltera.
Y además, como tampoco llama.
Pero que estoy tranquila, ¿eh?
Verdad, que tardará en llamar.
Porque claro, entre que sale el tren de la estación, luego, llega a Berlín.
De Berlín, otro para "Strugar".
Taxi para casa de Rosa María, luego le da un beso a Manolito, él se acomoda y pues tardará en llamar.
No lo sé, no lo sé.
Luisa, me dices unas cosas.
Estoy nerviosa.
[golpes a la puerta] -Rita, por fin te encuentro.
Tienes una llamada.
[♪ música animada] -¿Pedro?
-¡Hola!
-¡Hola!
¿Qué tal?
-Bueno, ¿sabes qué he aprendido a decir en alemán?
[habla en alemán] Bueno, esto es muy grande.
Y esto es muy verde, Rita.
Muy verde.
Si se parece al pueblo de mi tío Paco en Asturias.
Aunque, claro, esto es muchísimo más grande.
-¿Y cómo has tardado tanto en llamar?
-Bueno, el taxista, que me ha dado muchas vueltas aquí por "Osgurtan".
Que ya me lo sé de memoria.
Que aquí hay coches... No te lo pueden imaginar, pero claro, esto es muchísimo más moderno.
Aunque [inaudible] te digo una cosa.
Me traigo dos jerseys que hace un frío.
-¿Y Manolito, qué?
¿Lo ha visto ya?
-Rita, está, es que está para comértelo.
Pero claro, no te lo puedes terminar de comer porque está muy grande ya.
-Pero si hace nada que se fue.
Oye, una cosa que te quería comentar, Pedro.
-Ya, pero es que bueno, el niño crece por momentos.
¿Sabes que ahora le ha dado por ir a ver una lluvia de estrellas?
-Pues yo como no la vea en el retiro no... -Un segundo.
[hablan en alemán] -Bueno, por cierto, me ha dicho que te diera muchos besos y muchos recuerdos.
Que a ver si te ve pronto, ¿vale?
-Sí, sí, sí, muchos besos.
Pero, eh, sobre lo que dijiste en el taxi... -[habla en alemán] -Un segundo, Rita.
[hablan en alemán] -¿Qué dijiste?
[hablan en alemán] -Rita, creo que te voy a tener que dejar que aquí hay una persona.
[hablan en alemán] te voy a dejar porque... -No.
-Porque... Te llamo otro día.
De verdad, ¿eh?
Te llamo otro día que [inaudible] Pedro, por Dios, no puedes dejarme así.
[llamada finalizada] -¿A dónde cree que va?
-Mi turno terminó hace media hora.
-No cuando es un turno doble.
-Usted no dijo... -Todavía tiene que recoger la conserjería, rellenar los albaranes de entrega.
-Limpiaré los zapatos si quiere.
¿Te ha puesto sin faena?
-¿Cómo dice?
No quiero oírle rechistar, Maximiliano.
Un empleado recibe órdenes y calla.
Eso es lo único que debe hacer.
-Sí, eso está bien claro.
-¿Tiene algo más que decir?
Vamos, dígalo.
Aunque le advierto que una palabra de más le puede costar el puesto.
Créame.
-Don Emilio.
-Si va a decirme que he sido... -Dios me libre, doña Blanca.
Maximiliano está a su cargo, usted decide.
Pero pensaba que estaba contenta con él.
-Y lo estoy.
-Doña Blanca.
Si no tiene nada que hacer mañana por la tarde, me gustaría que me acompañase a la boda del señor Márquez.
Bueno, no estará pensando que es un intento de cortejarla.
A estas alturas.
-Don Emilio, la verdad es que... -Es que no me gustaría tener que renunciar a la invitación por no encontrarme solo en medio de toda aquella gente.
Piénselo.
-Por un momento creí que no sobrevivíamos a la cena.
-Pero lo hemos hecho, ahora a tu vuelta de la luna de miel Ana y yo habremos roto y tendré que empezar mi penitencia con Clara.
-Muchas gracias por todo, Mateo.
-De nada, pequeño favor para un amigo.
-No, no, pero es que ese beso igual no era necesario.
-¿Te digo yo lo que tienes que hacer con tu novia?
No me digas lo que tengo qué hacer con la mía.
Mañana te casas.
-Sí, mañana me caso.
-En la salud, en la enfermedad, en la riqueza, en la pobreza, hasta que la muerte... -Ya, ya, ya, ya lo sé.
-Tu último brindis como soltero.
-Mañana a estas horas estaré volando a París.
-Roma.
Os vais de luna de miel a Roma.
-Sí, a Roma.
-¿Qué pasa?
Alberto, estas cosas se enquistan.
Es mejor que me lo cuentes ahora que estás en territorio seguro.
-Es Cristina.
Es la mujer perfecta.
Hay algo en mi cabeza que me dice que estoy haciendo bien las cosas pero no... No sé, me siento... -¿Cómo?
-Me siento raro.
-Alberto, es normal.
Llevas toda la vida imaginándote ese día con otra mujer en el altar.
Pero en la vida, las cosas nunca salen como las pensamos cuando somos unos críos.
Cuesta asumirlas.
Unas personas más, otras personas menos.
¿Qué pasa?
-No sabía que eras tan buen consejero de matrimonial.
-Siempre lo he sido, pero mucho mejor con un par de copas.
[♪ música suave] -Perdonad que os moleste Cristina.
-Sí.
-Quiero darte algo.
Si quieres cumplir con lo de algo nuevo, algo azul, algo viejo, a lo mejor te gustaría llevarlo.
Ya sé que es normalmente la madrina quien se encarga de estas cosas, pero bueno, no he visto por aquí a Patricia y no lo he podido evitar.
-Es precioso.
¿Es suyo?
-No, lo llevó la madre de Alberto, el día de su boda, y mi marido lo ha tenido guardado todo este tiempo.
Tienes que llevarlo tú, Cristina.
-Mira, Ana, es perfecto para el vestido, ¿verdad?
-Sí.
-Me hace muchísima ilusión, Gloria.
Muchas gracias.
-Hola.
-Hola.
Mira qué cosa tan bonita.
Era de tu madre.
La llevó en su boda.
-Sí, lo he encontrado buscando entre mis joyas para mañana y yo creo que tiene que llevarlo la mujer de tu vida en el altar.
-Todo un detalle por su parte.
-No hay de qué.
-Será mejor que te lleve a casa, Ana.
-Mateo, ¿podrías dejarme en la clínica de camino, por favor?
-No, no, no, Cristina.
-No, he aguantado toda la cena, pero si me voy a casa, me voy a volver loca, quiero estar con mi hermano.
-Voy contigo.
-Vale.
Ana, ¿te lo puedes llevar y dejarlo con el vestido, por favor?
-Claro.
-Gracias.
Muchas gracias, Gloria.
Buenas noches.
-Buenas noches.
-Pepita, no te preocupes más, de verdad que estoy bien.
-¿Seguro?
Porque no tienes buena cara.
Yo no tenía esa cara, Luisa.
Porque he perdido más sangre de la que debería, pero el médico me ha dicho que me voy a poner bien muy pronto.
-Me siento culpable y de haber sabido esto no te habría dado el teléfono.
-Nunca se sabe lo que puede pasar.
-Ya, pero doña Paulina debió quedarse contigo y ver que estaba todo bien.
-Ya, bueno.
Tú no tienes la culpa.
Bueno, anda, ayúdame a ponerme en pie.
Voy a ir al baño.
-Claro.
-Ya puedo sola, no hace falta que me acompañes.
-Pepita, ¿qué hace por los pasillos como un fantasma?
-Doña Blanca.
Tengo que hablar con usted.
Es sobre lo que le ha ocurrido a Luisa.
-Sí, señor comisario, ese es su número.
Su nombre es Paulina, pero no tengo más datos.
No, ya le digo que no sé nada más.
Pero pone en peligro la vida de las chicas a las que interviene.
Una de ellas no podrá tener hijos nunca más.
[♪ música triste] -Te he dicho que no era necesario que vinieras.
-Deja de decir eso ya, esto es lo más importante.
¿Sabéis algo?
-La enfermera salió hace media hora y dijo que todavía estaba dilatando.
-Esperemos que no se junte con el día de mañana.
¿Os importa quedaros un rato mientras padre y yo vamos a tomar algo?
-No, no, claro.
Id.
-Me sorprende la tranquilidad de tu hermano.
¿Y si nace mientras no está aquí?
-Bueno, un hombre tampoco tiene mucho que hacer en una situación como esta, ¿no?
-Yo no me movería de aquí hasta no saber que mi mujer y mi hijo están bien.
-¿Recuerdas a Ricardo Blázquez?
-El hijo de Agustín.
Claro, ¿no se había trasladado a París?
-Está aquí de vacaciones y he pensado que sus contactos allí nos pueden ayudar con De la Riva.
No es el diseñador que necesitamos.
-Vamos a ver, Enrique.
Entiendo que estés ofendido por lo que pasó esta mañana, pero no podemos tirarnos piedras sobre nuestro tejado.
-No confío en él.
-¿Y eso qué importa?
Esas galerías pierden dinero cada día que pasa y De la Riva va a trabajar gratis.
¿Qué más necesitas saber?
Anda, vamos a por un café.
-Gracias por traerme.
-De nada.
Tu actuación ha dejado mucho que desear, suerte que conté mi historia.
-¿Tuya?
Es mucho decir, ¿no?
-No has estado muy cariñosa conmigo esta noche.
-Ya, es que no me apetece andar besuqueándome, y por cierto, que sea la última vez.
-¿Crees que a mí sí?
¿Quién te crees que eres?
¿Una de esas estrellas de cine que tanto te gusta ir a ver?
-Basta, basta.
Está claro que esta ha sido la peor noche de nuestra vida.
De la de los dos, ¿pero podemos parar ya de discutir?
-Está bien, ¿tregua?
[♪ música en la radio] -¿Qué pasa?
-Una vez apagado este fuego, ¿no crees que hay otro que debes ofocar?
Me encontré con Clara antes de ir a la cena y está bastante disgustada.
-Ana, no te preocupes.
De lo de Clara ya me ocupo yo.
Gracias.
-¿Qué quieres?
-¿Puedo pasar?
-No, lo que tengas que decir lo dices desde ahí.
-Clara, siento que tengas que estar sufriendo por todo este absurdo.
Si Mateo y yo somos como el perro y el gato, si yo no le veo el encanto que tú le ves.
-¿Te apetece un chocolate a la taza?
Dicen que es bueno para el mal de amores.
-Entonces no vas a tener bastante para mí.
-Descuida, tengo como para un regimiento de solteronas.
Pasa.
-¿Familia Otegi?
-Sí, aquí.
-Tres kilos y medio, cincuenta centímetros de longitud.
Y aunque ha sido más complicado de lo que esperábamos, madre e hija se encuentran perfectamente.
-Es una niña.
-Enhorabuena.
-Qué cosa más bonita.
-Hola.
Bonita.
Pequeñaja, ya estás aquí.
-¿Qué ha sido?
-Una niña.
Es una niña preciosa, igualita que su madre.
Enhorabuena.
-Se rompió la tradición de la Otegi.
-Papá.
-¿Cómo está mi esposa?
-Descansando.
-Lo mismo que debería estar haciendo la niña en este momento.
-Sí, sí.
Deme tan solo un minuto.
-¿No te parece lo más maravilloso que le puede pasar a alguien?
No veo el día en que nos pase a nosotros.
Ya queda menos.
-Ya queda menos.
-Ana.
-Se te olvida esto.
¿Mañana estarás bien?
-¿Quieres que te diga la verdad o que te mienta?
-Lo que prefieras.
-Va a ser el mejor día de mi vida.
[♪ música nostálgica] -¿No le parece un poco tarde para estar repartiendo el correo de la mañana?
-No he podido hacerlo antes.
-Ser conserje es más complicado de lo que parece, ¿verdad?
-¿Cuándo volvía Pedro, don Emilio?
Espere, tengo correo para usted.
-Gracias.
Señores, apaguen las luces.
[♪ música esperanzadora] -"Querido Emilio, creo que debes ser "el primero en saberlo, vuelvo a España, "sé que te sorprenderá pero estoy decidida "a hacerlo o me arrepentiré el resto de mi vida, "es el momento de enfrentarme a lo que tanto tiempo "he estado evitando, quiero ver a mi hijo Alberto".
[♪ música alegre] -Sí, es precioso, ya lo sé.
Pero no te vas a creer lo que ha pasado esta noche, Ana.
Después de todo el día esperando, por fin me llama Pedro.
Y me sale con que... ¿Qué?
¿Tan mal ha ido a la cena?
-El vestido, Rita.
-¿Qué le pasa?
Porque yo lo veo bien.
-Ay hija, si te vas a poner en plan jefe exigente... -Este no.
El vestido de novia de Cristina.
Ha desaparecido.
-Señoritas, apaguen las luces.
-Don Emilio.
-Sí, voy.
-Siento molestarle a estas horas, pero es urgente.
-¿Qué es lo que está pasando?
-El vestido de doña Cristina, que lo hemos perdido.
-¿Qué?
-Es que esto no puede ocurrir, es que madre del amor hermoso.
Uno no para de disgustos en estas galerías.
-Hay que encontrar una solución.
Entre todos.
-Poco podemos hacer más que comunicárselo a la señorita Cristina.
-Eso sí, la vamos a matar de un disgusto.
Igual hasta cancela la boda.
-Querría reservar una habitación, por favor.
Isabel Navarro.
A partir de mañana.
-Yo también quiero una copa.
-Clara, a ver, no tenía ningún tipo de intención con estas chicas.
-Quiero mi copa.
-Clara, los dos sabemos que esta copa va a acabar en mi cara.
-Te prometo que no.
Llevo toda la noche esperándote en la habitación.
Intentaba solucionar lo nuestro.
¿Y dónde te encuentro?
De fiesta.
Es un cenutrio.
Yo soy una imbécil por enamorarme de un mujeriego.
Pues al final voy a ser la mujer con más cuernos de todo Madrid.
-¿Qué es lo que pasa aquí?
-Que me quedé embarazada y aborté.
-Pero natural o... -Clara, ¿qué más da?
-No, si tiene razón.
-Pero, ¿qué va a tener razón?
No tuviste ese hijo porque no podías tenerlo en ese momento, no porque fueras una cualquiera.
-No, no tuve ese hijo porque no sabía si... si era de Juan o de don Francisco.
-He oído que ya no estáis juntos.
-¿Y a qué se debe ese repentino interés?
-Digamos que todas las chicas guapas me interesan.
Sé perfectamente por qué se comporta como se comporta conmigo.
Hasta ahora no lo había entendido.
A usted le ahogan los prejuicios.
Por eso no pienso mover pieza.
Lo hará usted.
-Cómo le cambia a uno la vida, ¿verdad?
Support for PBS provided by: